La Provence

El reputado coreógrafo ha presentado en la calle su espectáculo Prélude, abriendo así la temporada de la Scéne Nationale en Cavaillon.

Cae la tarde en Isle-sur-la-Sorgue y el termómetro marca 33ºC. En la Plaza de la Iglesia, cientos de espectadores esperan por algo que ya sienten que será intenso. Sentado en el pupitre de control del escenario, un hombre discreto en bermudas intenta aliviar la sed bajo un sol implacable. Este hombre es – sencillamente – uno de los mayores coreógrafos actuales de Francia: Kader Attou, 49 años, nacido en Lyon, quien entrelaza con sus creaciones los movimientos de la danza contemporánea con los del hip-hop; tal es el caso de sus trabajos antológicos, desde Allegria a The Roots, que han recorrido Francia y otros territorios. Ese día, Kader Attou está con nueve bailarines y bailarinas de su compañía Accrorap durante el primero de los momentos álgidos de la temporada en La Garance, la Scène Nationale en Cavaillon.

Prélude es un impresionante trabajo de 35 minutos, una danza de sufrimiento y ligereza, un destello de confrontación y aislamiento, un choque de cuerpos que se encuentran en comunión, en dúos o juntos…

…«con Kader, llegamos a todo: poesía, explosión física, saltos y sacudidas. El final de un día soñado en el corazón de la Isle-sur-la-Sorgue.

F.B.

Zébuline

Prélude combina la música de Romain Dubois, llena de crescendos ad libitum, una espiral ascendente sin fin, con los cuerpos de los bailarines arrastrados por una ola de energía. Prélude es un verdadero homenaje al hip-hop para nueve bailarines, articulados por los pasos de este baile que invita a los artistas a superarse en solos de un virtuosismo deslumbrante; los movimientos como ensemble, mirando al público, es una afirmación reiterada de gestos libres de cualquier forma y limitación insuflados por la sangre vital. La respiración traza los movimientos, se pliega a los ritmos, y aporta una alucinante intensidad a la sustancia de esta obra.

Maryvonne Colombani

Clicanoo

El público de Champ-Fleuri, sufriendo la falta de verdadera coreografía y el festival Total Danse, sintió con Prélude un estallido de agradecimiento y reconocimiento a la nueva dirección de los espacios culturales oficiales, los Teats, con su espléndida idea de añadir a la programación actual a la Compañía Accrorap de Kader Attou, a la que, Jacques Dambreville también había invitado en su momento al mismo escenario, aunque pocos lo recuerden…

Es de recibo decir que desde el principio de este milenio, el bailarín de hip-hop y artista circense fue uno de los primeros en dar prestigio a las danzas urbanas. Se dio a conocer en la Bienal de Danza de Lyon con su primera creación Athina, ascendiendo los escalones del éxito hasta ganarse los galones de la danza contemporánea con la misma pasión expresada en sus principios. A esto se une una experiencia adicional con su Compañía que lo ha lanzado al liderazgo del Centro Nacional de Coreografía de La Rochelle para luego consolidarse en el Sur de Francia, en  la localidad de Friche de la Belle de Mai, donde nunca deja de crear (y lo hace, justamente, con brillantez), logrando una armonía total que brota de un océano de energía. El Teatro Luc Donat y el Teatro Champ Fleuri lo invitaron junto a sus nueve bailarines (Antuf «Jikay» Hassani, Azdine Bouncer, Alexis de Saint Jean, Damien Bourletsis, Simon Hernandez, Jade Janisset, Yann Miettaux, Nabjibe Said, Margaux Senechault) para interpretar su última creación, Prélude. El sábado nos ofrecieron una impresionante demostración al unísono que resultó ser como una bendición para nosotros y para los amantes de la danza que Pascal Montrouge formó durante 16 años en las gradas de los teatros departamentales de La Reunión junto con los mejores coreógrafos nacionales e internacionales. Dicho esto, toca rendir homenaje, y resaltar la nostalgia por ese entusiasmo compartido en los pasillos que se ha cernido sobre todos nosotros durante estos últimos meses…

Por tanto, encontrarse con un teatro cautivado, en fiesta y capaz de aplaudir a rabiar, fue un verdadero regalo entre la abundancia de espectáculos actuales que, a veces, desvían la mirada hacia supuestas «hazañas» que no son tales.

Así pues ¡me quito el sombrero! – como diría el Sr. Vabois-  ante Kader Attou y a los genios de su compañía por igual, quienes con la melodiosa música de Romain Dubois, especialmente bien adaptada al frenesí de sus pasos tan precisamente dados, orquestaron en crescendo este desenfrenado virtuosismo y una interpretación casi sin aliento con la que nos gratificaron; ellos saben mejor que nadie cómo magnificar el ritmo y el movimiento. ¡Gracias! En cualquier caso, esta es la prueba de que la adicción a la coreografía sigue existiendo para imponerse contra viento y marea en Champ Fleuri. Esperemos que Prélude sea ese buen augurio para su recuperación…

Marine Dusigne