Auditorio de Tenerife ofrece, dentro de su Ciclo de Cámara, el concierto Pierre Réach. Beethoven, a cargo del aplaudido pianista francés.

Beethoven, definido por Igor Stravinski como “ese innegable soberano del instrumento”, compuso 32 sonatas para piano que trazan, en su carrera como compositor, una inmensa y continua trayectoria. No en vano, puso a prueba la mecánica del propio instrumento y su evolución compositiva, en cuanto al lenguaje armónico, técnica y dinámicas, que se desarrollan paralelamente a la propia evolución del instrumento como tal.

El pianista francés Pierre Réach abre este recital con su primera sonata, compuesta entre 1794 y 1795, y publicada en Viena justo después de haber sido interpretada por el propio compositor para su maestro, J. Haydn, durante una velada musical en casa del príncipe Lichnowsky. Considerada como una de las sonatas favoritas del maestro de Bonn, La sonata en Fa menor tiene todavía un minueto en forma clásica y trío; y posee un carácter sombrío, rabiosamente desesperado, que se confirma en su tercer movimiento. Continúa con la sonata número 18, la más tardía de las op. 31 que fue escrita en 1802 y contiene de nuevo cierto aire pastoral (aunque difiera de la op. 28 denominada de esta forma). Es también conocida como la Wachtelschlag-Sonate (Sonata del canto de la codorniz), haciendo honor al tema de su primer movimiento que aparece también en el Scherzo y en el Presto final.

La tercera sonata seleccionada por el pianista nos muestra un Beethoven más íntimo. Compuesta en el año 1810, los dos movimientos que la conforman emanan un aire poético de gran ternura y ligereza en su fraseo y articulación que recuerda a Scarlatti. Retrocedemos al año 1796 para cerrar este recital con la cuarta sonata, op. 7, una de las sonatas más amplias del compositor, tanto por su duración como por su material temático, su ímpetu y su extensión en la forma tradicional de sonata que representa.

Concluye así un programa donde conviven todos los posibles opuestos, tan característicos del compositor: la serenidad frente al ímpetu, la oscuridad ante la luminosidad y el heroísmo frente a la ternura y la contemplación.