Ópera en minúscula lleva al Teatro Leal de La Laguna Domitila, una ópera de cámara con música y texto del compositor brasileño João Guilherme Ripper, basada en la correspondencia entre el rey Pedro I de Brasil y IV de Portugal, y Domitila de Castro Canto y Melo, marquesa de Santos.
Estrenada en Río de Janeiro en 2000, el libreto se inspira en esta historia real acaecida en la década de 1820: la relación imposible entre el rey Pedro I de Brasil y la marquesa Domitila de Castro. Bajo la apariencia de un monólogo, Domitila revive su romance frustrado al leer las cartas intercambiadas entre ambos, creando así una polifonía de personajes. El yugo que ambos soportan se representa atrapado entre cuerdas, como si fueran un único personaje con distintas apariencias que lucha consigo mismo para encontrar el equilibrio en medio de las ataduras que condicionan su existencia.
Dirección musical y piano: Borja Mariño
Dirección de escena: Nicola Beller Carbone
Diseño de escenografía: Carmen Castañón
Diseño de vestuario: Pier Paolo Álvaro y Roger Portal
Diseño de iluminación: Pedro Chamizo
Asistencia de dirección: Eduardo Aguirre de Cárcer
Regiduría y asistencia de producción: Nuria Hernando
Asistencia de coreografía: María Cabeza de Vaca
Utilería y asistencia de escenografía: Cristina Martín Quintero
Caracterización: Sara Álvarez y Moisés Echevarría
Sastrería: Isabel Turga
Realización de vestuario: Crin Escénica
Cornamenta: Sarai Núñez
Ambientación y atrezo de vestuario: Pier Paolo Álvaro y Roger Portal
Realización de piezas de la Matrix: Asociación de Mujeres Entretejiendo
Realización de escenografía: Readest Montajes y Miguel Ángel Coso
Vídeo: César D. Barderas
Sobretitulado: Estéfano Cerami
Traducción del libreto al español: Morgana Aparecida de Matos (Cálamo & Cran)
Producción de la Fundación Juan March, Teatro de la Zarzuela y el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de Bogotá
Domitila, marquesa de Santos: Ana Quintans, soprano
Clarinete: Irene Martínez
Violonchelo: Esteban Jiménez
La obra está basada en la correspondencia real entre el emperador Pedro I de Brasil y su amante, Domitila de Castro Canto e Melo, marquesa de Santos, que se desa- rrolló entre 1822 y 1829.
El argumento de la ópera gira en torno al último día de la marquesa en Río de Janeiro antes de regresar a São Paulo, marcando el fin de su relación tumul- tuosa con el emperador. A través de las cartas que intercambiaron, Domitila re- vive los momentos más significativos de su romance prohibido, dando vida a una serie de personajes a través de un mo- nólogo que, en realidad, se convierte en una polifonía de voces. La soprano, que interpreta a Domitila, también da voz a Pedro, el amante y emperador, creando un diálogo interno que refleja la comple- jidad de sus emociones y la lucha entre el deber y el amor.
Querida Titília
Domitila entra en escena en una habita- ción preparada para la mudanza. De entre las diversas cartas que allí se encuentran, se detiene en una, en la que don Pedro le agradece sus dos misivas anteriores, le manifiesta haber dado a conocer a su padre que lleva en las entrañas un fruto suyo y le expresa su deseo de reunirse con ella cuanto antes, empleando el apelativo cariñoso “Querida Titília”. Al final de la carta firmará como “El Demonio”.
Mi hija y amiga
La siguiente carta manifestará las dudas de don Pedro sobre el amor de Domitila. Con la declaración “soy un hombre de vicios y virtudes, como los demás”, el monarca querrá hacer prevalecer su vi- sión como amante en el imaginario de Domitila. Al terminar esta carta, firmará como “Tu amigo, el Emperador”.
Ah, mi amor, ¡si vuestra merced me olvidara!
Domitila, irónicamente, sigue leyendo las lisonjeras palabras del emperador. Tras esto comenzará un baile frente al espejo, en el que se siente deseada y espera la lle- gada de su amante.
Ah, mi amor de mi corazón
Entre una retahíla de promesas y piro- pos, Domitila continúa leyendo y bailan- do, recreándose en el deseo que siente el emperador por ella. Esta vez las líneas acabarán nuevamente con la firma de “El Demonio”.
Mi hija, mi amiga, firmado: Fuego, Fueguito
Domitila echa un rápido vistazo a varias cartas a la vez, expresando las reacciones que estas le suscitan. “Firmado: Fuego, Fueguito”; “Firmado: El Emperador”; “Titília, querida, amor”; y, finalmen- te, “Firmado: Pedro”. Todas ellas van conformando los matices del lienzo en que Domitila plasma poco a poco sus emociones.
Diga en cuantas líneas
Ahora es Domitila quien habla por sí misma para expresar cómo se siente respecto a su relación con Pedro I. En la sección central Liricos Trópicos Domitila expresa sarcásticamente y en tono crítico, que el primer emperador de Brasil no deja de ser un extranjero. Después reprocha a Pedro el haber cedido a la presión de las cortes portuguesa y brasileña para casarse con Amelia de Beauharnais.
Interludio
En un lenguaje musical claramente contrastante con respecto a lo anterior, vio- lento, el interludio servirá para invocar el ambiente onírico de la siguiente escena.
Mi hija, muchas cartas tuyas que he recibido me han escandalizado
Domitila seguirá leyendo las cartas, aho- ra de manera desordenada, mientras se suceden un torrente de emociones con la rabia como protagonista. El emperador trata de hacerle ver que su amor por ella no es pasajero. Es un sueño de locura que acabará abruptamente para dar paso al siguiente número.
Nocturno: Lundú
Tras el frenesí del número anterior, Domitila cede el protagonismo al piano, que interpreta a solo el nocturno mientras ella sigue leyendo cartas en silencio.
Distancia, añoranza
Una modinha pondrá música a otra car- ta de don Pedro. En ella se comienza a vislumbrar la despedida final, con alusiones a las razones políticas que hacen poco conveniente la relación entre él y Domitila. Las primeras palabras de esta, “Mentiras, promesas en las que nunca creí”, se confirman con las últimas de don Pedro, que implican ya la determinación de una separación: “Siempre me encon- trarás en tu defensa y tendré contigo una amistad legítima y sincera, firmado: el Emperador”.
Mi querida marquesa
Domitila lee la voluntad del emperador, según la cual ella ha de marcharse a otra provincia del Imperio, condición sine qua non para formalizar su casamiento con Amelia de Beauharnais. Ella, presa de la rabia, seguirá leyendo en tono burlesco las solemnes palabras de don Pedro, cada vez más amenazantes, lo que provoca los gritos y la locura de una Domitila traicio- nada y humillada.
En el caso de que la marquesa decida volver
Esta última carta de don Pedro servirá para sellar su voluntad de la manera más fría, asegurando que Domitila no volverá y que él se casará con una princesa digna de un emperador.
Señor, partiré esta madrugada
En el aria final, Domitila leerá la única carta que se conserva de su correspon- dencia con don Pedro. En ella informa de su decisión de partir, según la volun- tad del emperador. Tras su sufrimiento, en un tono solemne y sincero, agradece piadosamente su liberación, pidiendo al Cielo que el emperador prospere.
Domitila, una ópera epistolar
El rumoreado romance entre el emperador don Pedro I (1798-1834) –don Pedro IV en Portugal– y Domitila de Castro Canto y Melo (1797-1867), la marquesa de Santos, escandalizó a la corte brasileña, dio que hablar en Europa y fue un problema político en Brasil y Portugal. Ambos se conocieron en São Paulo, pocos días antes de la proclamación de la independencia de Brasil, en 1822. María Benedicta de Castro, hermana de Domitila, fue quien los presentó; además, ella fue también amante del insaciable emperador. Tras la muerte de la princesa Leopoldina, en 1826, la relación se hizo pública y no terminó hasta tres años más tarde por exigencia de Amelia de Leuchtenberg (1812-1863), que se negó a casarse con el emperador viudo hasta que no pusiera definitivamente fin a la relación y se desterrara a Domitila de Río de Janeiro.
El romance quedó documentado a través del intenso intercambio de cartas entre los amantes. El contenido de la correspondencia es variado y refleja la complejidad de la situación, complicada aún más por la vigilancia de una corte en apariencia permisiva, pero conservadora en sus decisiones. La mayoría de las cartas que han llegado hasta nosotros fueron escritas por don Pedro I y guardadas por Domitila. Gran parte de las enviadas por ella se perdieron o se destruyeron tras la muerte del emperador. La primera recopilación se publicó en 1896, tras la muerte de la marquesa. En 1984, Nova Fronteira editó Cartas de Pedro I à Marquesa de Santos, el libro que me ha servido para la redacción del libreto.
La trama de la ópera Domitila se resume en el viaje interior del personaje hacia el centro de su pasión. Para ello, se vale del fajo de cartas y notas con las que se reencuentra el día de su partida y que estaban abandonadas en medio de baúles y ropa, desperdigadas por el suelo. He organizado las cartas según un planteamiento dramático, en vez de hacerlo cronológica-mente, y he creado textos para los recitativos. Las primeras cartas son desenfadadas, divertidas, llenas de humor y picardía. Pedro las firma en tono jocoso como “Fuego, fueguito” y “el Demonión”, pero también expresa sus celos, como queda de manifiesto en la segunda carta: “¿No será que le tienes a alguien más afecto que a mí?”.
Domitila tenía libre acceso al Palacio de San Cristóbal gracias a su condición de dama de compañía de la princesa Leopoldina y al título de marquesa que le había concedido don Pedro. Vivía en un palacete cercano, que hoy alberga el Museo Casa da Marquesa de Santos. La cuarta carta del libreto, E logo destinei à imperatriz e à mercê [Y luego lo destiné a la emperatriz y a vos], hace referencia a la intimidad palaciega y a una tal señora Joana, probablemente otra dama de compañía. Engendraron cinco hijos ilegítimos, entre ellos Isabel María de Alcántara, nacida en 1824, “la Belinha”, mencionada también en la misma carta. Don Pedro reconoció su paternidad y la nombró duquesa de Goiás en 1826.
Domitila reacciona ante los más mínimos cambios de humor de su amante cuando lee/canta incrédula las cartas y las notas, pero aún se siente presa de sus palabras, como si los renglones escritos fueran grandes cuerdas que la rodean. Partiendo de esta imagen, escribí el texto del aria central, que comienza con los ver- sos: “Diga en cuántas líneas te enredaste antes de mi revelación. Extrañamente, tu ausencia en mí enciende las estrellas mientras la noche ya he perdido”.
Imagino que, en la vida real, Domitila enviaría a Pedro una carta o nota cuestionando el grado real de su amor. La octava carta, Amores pasajeros, muestra una reacción de aparente disgusto por parte de la amante: “Muchas cartas tuyas que he recibido me han escandalizado por la falta de reflexión al escribirlas, pero ninguna como la de hoy, en la que dices que nuestros amores son amores pasajeros”. Su intuición se revelaría correcta, ya que, a partir de este punto de la trama, las cartas de don Pedro sugieren un distanciamiento. Incluso después del fallecimiento de Leopoldina, en 1826, el emperador no podía unirse oficialmente
con una plebeya. Las cortes brasileña y portuguesa le presionan para que ponga fin a la relación y vuelva a casarse. Don Pedro pide a Domitila que abandone rápidamente Río de Janeiro, la capital del Imperio, y se mude a la provincia de São Paulo. La novena carta constituye el presagio del inminente desenlace. Domitila se desespera, ama, odia y reacciona ante el abandono.
Hasta que llega la última carta de Pedro, la décima, en la que la amenaza en caso de persistir en su desobediencia. La undécima carta (Señor, parto esta madrugada) es la única escrita realmente por la marquesa en toda la ópera. Capitula y se despide. Se dirige a don Pedro formalmente, llamándolo “Su Majestad”, firma como “Su súbdita, la marquesa de Santos”, ¡y se va!
Al escribir la partitura, intenté crear una relación simbiótica entre la música y las palabras, que, al final, no se ajustan a ninguna métrica poética. La tesitura vocal de la solista toma como modelo la de la soprano Ruth Staerke, que representó
el papel en el año 2000 y a quien está dedicada la obra. He utilizado ritmos brasileños de origen africano, como el maxixe y el lundú, combinándolos con géneros de la música europea, como la sonata en trío o el aria, para evocar el mestizaje cultural que se produjo durante los siglos xviii y xix en Brasil. La breve cuarta carta (Ay, amor mío de mi corazón) se canta como un choro, un género musical popular que, en realidad, no se oiría por las calles de Río de Janeiro hasta las primeras décadas del siglo xx. Sin embargo, el carácter jocoso de la carta y la presencia del clarinete en el trío instrumental me llevaron a sacri- ficar la cronología histórica en aras de la expresión artística. El lundú, que ya se oía en la época en que transcurre la historia, se encuentra presente en el interludio pianístico, que se escucha en la transi- ción entre las cartas octava y novena. El lenguaje armónico es ecléctico. Como en todas mis óperas, empleo diferentes técnicas en función de las necesidades del transcurso dramático. Predominan los pasajes tonales, aunque también me he valido del atonalismo serial en pasajes de mayor tensión, como en la décima carta,
No carecían de sentido los consejos que te envié.
Domitila es el resultado de un encargo del Centro Cultural Banco do Brasil de Río de Janeiro, en el año 2000, para el ciclo de conciertos Palabras Brasileñas, que formaba parte de la celebración del quinto centenario del Descubrimiento. Se encargó a cinco compositores que escribieran ciclos inéditos de canciones basados en textos de documentos im- portantes de la historia de Brasil. A mí se me adjudicó la correspondencia amo- rosa entre don Pedro I y la marquesa de
Santos, así como la decisión de convertirla en el argumento de un monodrama. El acompañamiento instrumental está confiado a un trío formado por clarinete, violonchelo y piano. Poco después de su estreno en Río, Domitila se presentó en el Teatro São Pedro de São Paulo, recibiendo el premio a la Mejor Obra de Cámara de la Associação Paulista dos Críticos de Arte. Posteriormente, la ópera se ha representado en diversos escenarios, entre ellos el Museo Imperial de Petrópolis, construido por el rey don Pedro II.
Además de las posibles virtudes de la partitura, considero que hay otros facto- res que han contribuido a que Domitila se haya convertido en poco tiempo en una de mis obras más representadas: la gran actuación de la soprano solista, la instrumentación, la duración o la facilidad y la posibilidad de interpretarla en concierto. La ópera ya ha realizado giras por Brasil y se ha representado en Estados Unidos, Italia y Portugal, donde Carla Caramujo y el Toy Ensemble la grabaron para la discográfica Movimento Patrimonial pela Música Portuguesa (MPMP).
En 2022 creé una versión con orques- ta sinfónica para el Centro Cultural de Belém, en Lisboa, donde se estrenó con motivo de las celebraciones del bicen- tenario de la independencia de Brasil.
Cada vez que Domitila se representa en Portugal, siempre me viene a la cabeza una sutil ironía. Es como si ella, expulsada de Río de Janeiro hace doscientos años, reapareciera en forma de ópera en el país en el que nació y murió don Pedro, cantando sobre el inmenso amor que sintieron ambos.
La invitación de Miguel Ángel Marín e Isamay Benavente me brinda la inmensa alegría de ver cómo Domitila sube a un escenario en Madrid, gracias a la coproducción de la Fundación Juan March y el Teatro de la Zarzuela. La soprano portuguesa Ana Quintans canta el papel de la marquesa de Santos, con la dirección escénica de Nicola Beller Carbone y la dirección musical desde el piano de Borja Mariño, con quien tuve la oportunidad de trabajar en 2014 en la producción de mi ópera Onheama en el Teatro Amazonas.
Me gustaría dejar constancia de mi más profunda gratitud a Concha Gallego y Juan Ángel Vela del Campo, por el entusiasmo, el apoyo y la amistad que me brindan desde hace muchos años.
João Guilherme Ripper